Cualquier momento es bueno para iniciar una terapia
Desde un enfoque de base humanista e integrador priorizo trabajar el origen del problema más que atacar el síntoma o síntomas visibles que no son más que la manifestación de aquello que no podemos ver ni somos en absoluto conscientes.
Si no se trabaja el origen y solo se distrae el síntoma, el malestar siempre regresa bajo la forma ya conocida o camuflado en un nuevo tipo de malestar.
Si de verdad deseamos que los cambios sean permanentes no podemos quedarnos en la superficie. Los recursos que necesitamos para afrontar la vida están en nuestro interior.
No podemos cambiar lo que nos pasó, pero podemos entender y aceptar lo que nos pasó para no volver a repetir una y otra vez los mismos patrones desregularizados de comportamiento.
El dolor, sin comprenderlo primero, no responde a la voluntad.
Debemos profundizar y averiguar qué nos quieren decir los síntomas presentes, trabajar sobre cada uno de ellos para que dejen de tener tanta fuerza, darles su espacio, entenderlos, aceptarlos, sanarlos e integrarlos para que se produzcan cambios internos y duraderos en nuestra vida, en nuestros vínculos y en la interpretación de
nuestras emociones, así como una manera más sana y adaptativa de regularlas.
El objetivo no es el control, sino alcanzar la seguridad de saber que contaremos con los recursos necesarios y suficientemente buenos para afrontar con equilibrio emocional los muy variados retos de la vida.